Carlos «Charly» Solari
Sabemos que para construir un futuro promisorio, es necesario tener bases sólidas, por lo que queremos durante este año, ir compartiendo un poco más de la historia de nuestro club mediante entrevistas, o relatos de personas que han formado parte de los inicios de Marabunta.
Para romper el hielo, Charly Solari, hizo un repaso desde su llegada a la ciudad de Cipolletti, hasta la actualidad del hormiguero, pasando por anécdotas de aquellos años y su visión del juego.
Le agradecemos a uno de los pioneros de nuestro club por su relato, el cual compartimos tal cual, para no perder la riqueza de tan valioso testimonio.
«En el año 1973 llegamos a Cipolletti con mi mujer Cristina, buscando nuevos rumbos desde Buenos Aires en compañía de grandes amigos: los Iribarne y los Manson. No teníamos hijos, pero fueron llegando a todo ritmo, Matías, Tomás, Ignacio y Juan.
Yo había jugado en Hindú desde los 13 años y por supuesto una de las primeras cosas que hice cuando llegué, fue buscar donde estaba Marabunta. Inmediatamente me incorporé al club donde me recibieron con gran calidez, el Vasco, Guigui, Pato, Rusqui, Quito, Sergio y otras tantas personas. Luego llegaron Daniel, el Potro, el Gringo, Cutuk y el Colo. Llegué a un Club que ya estaba desde hacía años, pero que no tenía tierras y donde había mucho para hacer.
Todo me asombraba, en primer lugar el nombre Marabunta, que aunque hoy está impuesto a nivel nacional, en aquella época era totalmente exótico. El primer entrenamiento fue en una cancha sin un solo pasto y llena de piedras, camino al cementerio; recuerdo que vi lo que creí que era una rama, y la agarré para sacarla, cuando tiré, se levantaron entre la tierra y las piedras unos 3 metros de raíz de vid, no lo podía creer. Cuando llegó el invierno entrenábamos unos 12 o 13 jugadores con temperaturas bajo 0.
Respecto del juego, muy de vez en cuando la pelota le llegaba al primer centro y cuando Guigui pasó a los forwards, no salió más. En esos tiempos éramos jugadores, dirigentes, árbitros y trabajábamos en el Club poniendo el lomo.
Éramos pocos y nómades, y fue mucho el trabajo para lograr asentarnos en Pichi Ruca y también para lograr tener divisiones juveniles numerosas durante todo el año. Sabíamos que el futuro estaba allí.
Recuerdo como algo milagroso cuando entramos al primer quincho de cantoneras y desde ese momento hasta la actualidad con distintas velocidades crecimos ediliciamente y en canchas. Un hito fue cuando una rama de eucalipto nos partió el quincho por la mitad y Daniel Rojo la obligó, de por vida, a sostener el quincho nuevo.
Viajamos por todo el país, a Brasil y Europa, crecimos en el juego a pesar de influencias para desplegar un juego de 9 jugadores. Recuerdo las discusiones hasta las 3 de la mañana si el scrum, el maul y otras formaciones se debían hacer de esta manera u otra y cual era más importante, discutíamos a muerte y terminábamos a los abrazos.
Un día me di cuenta de que necesitábamos tener rugby infantil, comenzamos a armarlo y juntamos muchos chicos, pero no teníamos con quien jugar, en ese momento invitamos primero a Roca y luego a Neuquén a que armen sus equipos, logrando la ansiada competencia y tener un maravilloso semillero.
Una gran anécdota que guardo es de cuando diseñamos la corbata, discutimos durante horas, finalmente el potro fue a su casa a las 2 de la mañana a buscar 20 corbatas, una hora después decidimos como hacerla y mi postura perdió. Como tenía que viajar a Buenos Aires me ocupé de la tarea y por supuesto encargué mi diseño. Cuando llegaron las corbatas el Potro se agarró una calentura que no encontraba palabras para insultarme y me dijo que era un «gordo insospechado»… todos estallamos en una risotada.
Estuve en la Comisión Directiva, fui entrenador (mediocre), jugador (también mediocre y no me pasaban la pelota) y también me pidieron que vaya a la Unión durante muchos años. Quizás lo que más disfruté fue cuando coordiné el rugby infantil y vi pasar infinidad de chicos, que hoy recuerdo y me recuerdan con cariño.
Todavía no sé cómo Cristina me bancó tanto tiempo en esto, pero fue lindo ver como aparecían los hijos como jugadores, pasaron por todas las divisiones del club e integraron seleccionados, la llegada de Tomy a los Pumas fue muy emocionante para toda la familia y todos me llenaron de orgullo. Hoy ya tengo dos nietos y dos nietas, jugando y queriendo a Marabunta como yo, lo que me hace infinitamente feliz.
Respecto del rugby o del hockey masculino o femenino no me preocupa mucho el sexo, lo que me importa es que la juventud juegue, se divierta y entienda lo importante que es comprometerse con el Club. Sobre el juego tanto en el rugby como en hockey, tenemos que seguir creciendo y entender que la primera división dentro de la cancha, es la resultante final de como debe ser el Club, con respeto, amistad, disciplina, humildad, compromiso y alegría. Por eso nuestro capitán es tan importante, es el ejemplo a seguir.
Hoy el Club lo veo ordenado y muy lindo, Facundo es como un hijo para mi y me siento muy orgulloso que sea el presidente.
Este juego, el rugby, es como la vida, te caes, te tacklean y tenés que levantarte y tratar, de ir siempre hacia delante, que tus amigos te van a apoyar como vos a ellos.
Exactamente lo que espero para el Club, es que los socios entiendan que es nuestra segunda casa, que aunque pensemos distinto, tengamos claro que cuando se decide ir en una dirección, todos empujemos juntos. Que ansiemos ir al Club para encontrarnos y que sin duda el respeto y la humildad, tanto en el juego como en lo social, nos hará crecer y sentirnos cada día mas orgullosos. Amar al Club, siempre dar.»
Quiero agradecer profundamente, este momento que me permitieron compartir con Uds. queridas hormigas.
Abrazos
Ch.